miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Existen los OVNIs?

El misterio que nos arroja la inmensidad del universo ha cautivado la atención del ser humano desde épocas antiguas.
En este contexto podemos abarcar todos los aparentes misterios que cortejan nuestra existencia, dentro de los cuales el enigma que mayor interés ha despertado en los últimos setenta años, es precisamente  la posibilidad de existencia de vida fuera de la tierra.
Desde la Grecia clásica que se establece la idea de que existen otras inteligencias en el exterior de nuestro planeta, pensamiento que estaba insertado en las escuelas filosóficas materialistas, pero sobre todo y con  mayor fuerza en las idealistas.
Por ejemplo, cabe recordar que el filósofo Anaxágoras postulaba que la luna tenía habitantes, ó como también los epicúreos enseñaban a sus instruidos que existían diversos mundos poblados en el universo similares a la tierra. Otro caso interesante de mencionar, es el de Metrodoro, cuya filosofía señalaba que considerar la tierra como el único mundo habitado en el espacio infinito, era tan absurdo como afirmar que en un campo sembrado, solamente una semilla podía germinar.
Estos pensamientos no confirman la existencia de otros seres en el espacio infinito bajo ningún punto de vista, sino que demuestran la potente capacidad del ser humano para razonar e imaginar las infinitas posibilidades de conocimiento que tenemos al alcance de nuestras mentes.

Pese a estos postulados, estirpes de la especulación en todas sus áreas, las pruebas que avalan la pluralidad de vida extraterrestre o mundos habitados, no se sustentan bajo ninguna base científica y cada vez se disminuyen las posibilidades de afirmarlo, ya que el propio desarrollo de ciencias como la astronomía, química o biología han confirmado que una cosa es lo que podemos descubrir, inventar o acreditar,  y otros elementos son  los que anhelamos que existan.

De este modo se plantean las bases para el estudio epistemológico, teniendo como bases primarias las verdades y las creencias, para desencadenar en el tan codiciado conocimiento.   

En forma paralela a una probable existencia de vida inteligente en el universo aparte de la nuestra, existe un fenómeno que ha despertado las más increíbles expectativas y que trae consigo un verdadero bálsamo especulativo a la carencia de pruebas concretas que confirmen la existencia de las mencionadas realidades  paralelas. Me refiero a los OVNIs.
No puedo dejar de mencionar lo apasionante que es el investigar en profundidad el fenómeno de los OVNIs, desde el abanico de enlaces donde posee implicancias, por nombrar algunas, está el aspecto antropológico, sico-sociológico y por ende, el plano donde hoy esta en boga, el mundo de la aeronáutica.

Cuando hablamos de OVNIs, el acrónimo transcribe la observación de objetos voladores no identificados por un testigo que los denuncia o registra.
Para la aviación, estas manifestaciones están consideradas como anomalías aéreas las cuales se hacen presente de manera aleatoria y sin una probable explicación.
Con esta frase, manifiesto claramente que el fenómeno aéreo anómalo es real y no se cuestiona su existencia, gracias a un importante número de testimonios, evidencias e incluso pruebas que avalan tal afirmación. Pero estas pruebas, solamente otorgan la señal positiva a la efectividad de una manifestación no identificada, nada más que eso.
El problema principal radica en las interpretaciones subjetivas que se le otorguen a parte importante de estas manifestaciones y ahí se consuma el pecado capital del estudio informal de los OVNIs, también llamado ovnilogía o más conocido popularmente como ufología, el cual en su gran medida le brinda a este fenómeno la personificación o intención final de algún tipo de inteligencia exógena que interactúa con nuestra civilización en este planeta.
Entonces cuando analizamos en profundidad este fenómeno, nos percatamos que el alejamiento sistemático que la ciencia ha tenido por décadas de este tema, se produce exclusivamente porque los estudios que se realizaron, fueron completamente informales y los supuestos especialistas carecían de las competencias necesarias para otorgar un análisis objetivo y apegado a un método científico.

En resumen, el problema de la ufología no son lo OVNIs, sino que son los ufólogos y la obsesión, casi compulsiva, de acreditar una explicación extraterrestre y todo lo que trae consigo esta afirmación.  
A pesar de esta verdadera traba conceptual y metodológica, hoy la situación se hace un tanto diferente, ya que segmentos de la ciencia han comenzado no tan solo a interesarse en los no identificados, sino que además han entablado estudios formales para examinar y conocer en mayor medida este atractivo enigma.

La inexistencia de una explicación científica concreta, permitió la proliferación de abundante literatura sensacionalista y comercial, de modo que para los que se interesaron en obtener información seria, les fue muy difícil separar qué era ficción y qué era realidad de los famosos Objetos Voladores No Identificados.
Por cierto, dentro de los mismos divulgadores del enigma o también conocidos como ufólogos, tenemos una amplia gama de subespecialidades pseudocientíficas que disminuyen aún más la credibilidad de sus pretendidos estudios. Por ejemplo, hay “investigadores” que a la vez son sanadores espirituales, hipnotístas, místicos o abiertamente difunden su condición de contactados con seres extraterrestres. Con esas cartas de presentación, es lógico que los espacios otorgados por medios de comunicación audiovisual para la difusión del tema, no salgan de programas matinales o de farándula.

Retomando la ciencia, el otro problema que presenta este fenómeno, es que sus observaciones son erráticas, irregulares o no previsibles ni en espacio ni en tiempo, y resulta muy complejo aplicar en su investigación el método científico.
En efecto, la ciencia no puede establecer una investigación sólida exclusivamente a base de relatos de testigos, pese a que puedan contar con el apoyo audiovisual de videos o fotografías, ya que en su gran mayoría estos reportes, son también muy heterogéneos, distorsionados conciente o inconcientemente por el estado emocional de los testigos, sumado a la idea preconcebida que poseen parte de los que buscan este tipo de experiencias. Si es un registro fortuito, podría someterse a un análisis, pero si proviene de un encuentro místico o programado, mejor dejémoslo hasta ahí.

El estado actual del conocimiento de los OVNIs se resume en la siguiente frase. “Se han registrado cosas, pero no se sabe qué son”.

Entonces si hay algo, cabe la siguiente pregunta: ¿Por qué la ciencia se niega a reconocer o siquiera a aceptar la hipótesis extraterrestre, como la más cercana a la explicación de ese algo que se observa aleatoriamente en nuestros cielos?

La repuesta esta basada en dos grandes puntos:

1)  La falta de pruebas concretas y científicas que apoyen esta hipótesis. Tengamos presente que el segmento más básico de la metodología de investigación es con el cual se argumenta el fenómeno, ya que solamente existen evidencias o indicios, pero no una prueba que certifique la existencia de vida inteligente extraterrestre y la conexión de esas inteligencias con los OVNIs, porque hasta ahora siguen siendo cosas completamente diferentes.
En este sentido, la respuesta más común de la ufología es que el conjunto de evidencias conforman una prueba y con ello se sustenta la explicación y justificación extraterrestre al fenómeno.  

2)   De acuerdo con nuestros conocimientos de las leyes físicas, si tomamos en cuenta además que por razones estadísticas, otro sistema planetario con condiciones aptas para el desarrollo de la vida inteligente no podría encontrarse próximo a nuestro sistema solar, debemos llegar a la conclusión que un posible viaje interestelar tripulado demoraría años, quizás cientos o miles, lo cual nos hace pensar que ese tipo de travesías son difíciles de imaginar en su práctica, considerando además que los supuestos OVNIs que se registran, sólo se observan por segundos o minutos.
La refutación de la ufología, es que estas inteligencias son mucho más avanzadas en cuanto a tecnología y por ende no utilizan nuestros sistemas de propulsión, teniendo presente incluso que el sistema más cercano al nuestro, está a 4 años luz aproximadamente, es decir, si los OVNIs poseen un sistema de desplazamiento en el espacio, debería estar por sobre la propia velocidad de la luz. No olvidemos que para los contactados, algunos de los seres extraterrestres ni siquiera necesitan naves para trasladarse de un lugar a otro, ya que su evolución espiritual los lleva a estar en otros planos. Recordemos siempre que la ufología es una pseudociencia, y que además este fenómeno atrae desde una perspectiva psicológica, ya que ofrece la observación difusa, pero real, de una manifestación anómala, pudiendo considerar la satisfacción de la necesidad del ser humano en creer en la existencia de algo superior, que en la antigüedad fueron dioses, elfos, hadas y que  hoy pueden ser claramente entidades extraterrestres.
Esta fusión de ideas que transitan desde la mera observación de manifestaciones anómalas a la interpretación de signos espirituales, nos traspasa al estudio de un fenómeno psicosocial y que trae connotaciones ligadas a otros eventuales misterios que tanto interesan al ser humano,  como es por ejemplo la fe, aspecto que trataremos en mayor profundidad en otro artículo. 

Consecuentemente frente a las causas que son arbitrariamente hipotéticas y subjetivas, la pregunta es cómo se enfrenta el análisis de un fenómeno que pese a su complejidad e interpretación,  es real.
Las respuestas las intenta entregar el mundo de la aeronáutica y es ahí donde la ciencia encontró la llave para lograr interiorizarse de estas anomalías aéreas.
La explicación está en que las pruebas que existen, permiten un estudio de los efectos que causan parte de estos fenómenos aludidos, la causa no es probable obtenerla por ahora, y para ser sincero, quizás nunca las sepamos.
Entonces los OVNIs son reales, pero por una sabia razón el mundo aeronáutico clasificó estas manifestaciones con el acrónimo  FANI (fenómenos aéreos no identificados), para provocar un alejamiento de la ufología clásica y sus connotados estudiosos, pero por otra parte y tal vez el argumento de mayor sustentabilidad al estudio, lo otorgan los incidentes de vuelo que alguna de estas manifestaciones han provocado en la actividad aeronáutica. En esta materia, habiendo vidas humanas en juego o la probabilidad de algún accidente, el tema requiere un análisis y en eso estamos.
Por lo tanto y como conclusión de esta columna podemos dejar de manifiesto cuatro puntos:

Los Fenómeno Aéreos Anómalos son reales y por ahora solamente se definen como manifestaciones aéreas que no son identificadas por testigos, idealmente  calificados o que trabajan en el mundo de la aviación. Su composición es variada, ya que se trata de manifestaciones irregulares que modifican permanentemente su apariencia, estado, colores, desplazamientos y velocidades. Perfectamente es viable que parte de estas manifestaciones, obedezcan a fenómenos naturales que no conozcamos o que no se encuentren clasificados dentro de las áreas científicas que los investigan (meteorología, física, química etc.)

No existe conocimiento científico que pueda otorgar una explicación al fenómeno y que supere la barrera de la hipótesis, es decir, lo que se comente como probable(s) causa(s) de los OVNIs, es mera especulación.

La Ufología u Ovnilogía es un estudio autodidacta, informal e incompleto de los OVNIs, porque es una pseudociencia. No posee las bases o principios fundamentales de cualquier escuela filosófica para lograr siquiera aproximarse a una ciencia en desarrollo o Protociencia.

El Fenómeno Aéreo Anómalo ha transfigurado su inexplicable origen a una amplia gama de posibilidades, donde la hipótesis extraterrestre (HET) es la más aceptada por el uso abusivo que le han brindado supuestos investigadores del tema, los cuales se estructuran en estudios especulativos, pero con connotaciones que desvarían desde la intervención extraterrestre sistemática en el transcurso de la historia de la humanidad, hasta la manifestación de un tipo de  seres o incluso deidades con figuras etéreas de vínculos místicos, entrando de lleno al denominado “Contactismo”.

Para el epílogo, parte importante de lo planteado en estas líneas es redactado por Carl Jung  en el libro; “Discos Voladores, un mito moderno sobre cosas vistas en los cielos"(A modern myth of the things seen in the skies).
Apegados a los estudios de Jung, se esgrime un interesante concepto de “inconciencia colectiva”, siendo sus arquetipos la disposición latente de la mente humana para actuar y reaccionar en circunstancias y formas determinadas, siendo el respeto y veneración al universo y sus misterios, un persistente elemento para la creación de mitos, religiones, símbolos y ritos, los cuales se recrean, acomodan y trascienden permanentemente y en todas las épocas.
Es esta la clave para advertir la desenvoltura con la cual el fenómeno aéreo anómalo, ha seducido el inconsciente colectivo de nuestra civilización, consiguiendo no tan sólo penetrar en la sociedad, sino que se ha convertido en la nueva forma de entendimiento de los misterios que nos rodean, asociando de esta forma el concepto de paranormal, metafísico e incluso espiritual a manifestaciones desconocidas, pero que interpretan los temores, anhelos y esperanzas de una vida sesgada por todas las carencias cognitivas.
Los avances tecnológicos de los últimos 120 años, han permitido en la gran mayoría del planeta satisfacer las necesidades materiales. Sin embargo, no ocurre lo mismo con las inquietudes espirituales inherentes a la condición pensante del ser humano, donde el tema ufológico ha cosechado grandes frutos de creencia mística popular, basados en el crédito de que las supuestas inteligencias que tripulan estas manifestaciones, son poseedoras de una condición evolutiva superior en todos los sentidos.

La investigación basada en la duda razonable hoy juega un papel preponderante, ya que antes de asumir una respuesta definitiva al enigma, hay que abrir las posibilidades de que existen en la atmósfera terrestre y eventualmente fuera de ella,  una serie de fenómenos electromagnéticos, ópticos e incluso meteorológicos, sustentados con el propio cambio climático evidente en nuestro medio, pero que no necesariamente obedecen a manifestaciones de algún tipo de inteligencia extraterrestre.
Si hoy estas manifestaciones dejan un grado de inquietud y nos permiten la apertura al análisis científico y al debate, podemos imaginar la connotación con la cual se interpretaban en las culturas ancestrales.

Finalmente, el fenómeno es real, no tenemos duda, pero también es necesario asumir que no poseemos las respuestas para las interrogantes que expide. Dejando completamente aparte la contaminación de la información ufológica, hay reportes debidamente contundentes que permiten un examen profundo y que son un desafío para la ciencia, pero sin dejar de establecer que por más que se intente arremeter las bases del conocimiento cierto de las cosas, la ciencia no admite juicios y mientras no exista la prueba que certifique la unión entre FANI e inteligencia extraterrestre, lo que se comente, difunda o explique pasa a la categoría de especulación ufológica y el círculo vicioso determinado en esta concepción, se mantendría de esa forma por bastante tiempo más.
        

4 comentarios:

  1. Amigo:

    Contribuir seria redundar.... clarisimo para cualquiera que quera entender, al resto.... dale que las gallinas mean.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. El problema técnico e intelectual de los “OVNIs” es tan complejo y se ha prestado para tantas confusiones, entrecortadas y confundidas entre sí, que una reflexión aclaratoria como ésta es siempre bienvenida y, sobre todo, necesaria. A tal punto es pertinente, que hace pensar en la razón estratégica de ciertas instituciones espirituales para someter a sus feligreses una y otra vez a repasar la doctrina, asegurando así que no sea olvidada, tergiversada o negada. En la ufología chilena, un “refresh” como éste, apremia.
    No obstante, siempre podemos complejizar aun más la cuestión de los OVNIs, desde el piso formalizado y correcto que plantea Rodrigo Bravo, puesto que el fenómeno mismo parece hacer sugerencias. Por nuestra parte, hemos sido proponentes de una interpretación del fenómeno que nos permita teorizarlo sin por ello arriesgarlo al borde de un abismo de conjeturas. Pero esta tarea no es nada simple. Al contrario, incluso para el estudioso de origen académico, dotado de métodos científicos y epistemológicos validados por la Academia, resulta sumamente intrincado el sendero del análisis ufológico.
    Ocurre que por una parte, la principal, está la propia naturaleza manifiesta del fenómeno OVNI. A saber, una naturaleza extraordinariamente eventual, estocástica en grado sumo. No hay la menor posibilidad de predecir cuándo, dónde ni cómo se presentará la próxima vez… ¿”Próxima vez”? Pues ni de eso podemos estar seguros. Toda pretensión de predicción es radicalmente falsa y supersticiosa. Y he allí, otro aspecto del problema: “los creyentes”. Dentro de la gama de estudiosos y aficionados al fenómeno OVNI se encuentra un buen número de personas que, íntimamente, “creen en los OVNIs”. Y no sólo ocurre esto como respuesta a la pregunta “¿crees que existen?”, sino que también, como posición científica. Dicho de otro modo, estos adeptos óvnicos han preferido asumir la existencia de los OVNIs, en vez de pensarla. Luego se dirá, “¿pero no era el caso que ya estaba demostrada la existencia de los OVNIs?” En efecto, está demostrada científicamente: existen los OVNIs. Pero, tal como advierte Bravo, en ningún caso este acrónimo es equivalente a “nave espacial alienígena”. Y sin embargo, cuando desde el “piso epistémico”, ese nivel del saber óvnico en que el problema de los OVNIs está zanjado, en el cual ya se cree, ya se privilegia el pensamiento irracional, o ya se suspende el juicio crítico, malamente los ulteriores alcances pueden ser sensatos.
    (Continúa).

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  4. Así, en la línea del artículo de Rodrigo Bravo, “¿Existen los OVNIs?”, podemos establecer que el fulcro que ha palanqueado al desastre un problema de tamaña importancia, es precisamente, “el tránsito de lo óvnico a lo alienígena”. Ese tránsito, ese puente colgante, maltrecho y oscilante, es el que hay que aprender a cruzar. Caer desde él puede generar la impresión fantasiosa de que se vuela con las alas de la verdad, que se ha conectado finalmente, el cielo y la tierra; puede incluso pensarse que se ha dado con la síntesis entre un fenómeno tan esquivo y rompecabezas y una explicación definitiva en la clave extraterrestre. Quien crea esto, debe percatarse urgentemente que nada de eso es así y que lo que realmente está ocurriendo es que se ha distraído en la misión de cruzar el puente… Y que cae irremediablemente en el abismo de la irracionalidad.
    Con todo, nótese que la advertencia no pretende suspender ni las especulaciones acerca de lo que hay al otro lado del puente ni impedir el avasallante interés público en el fenómeno. La advertencia se encamina a evitar que tanta pasión por el conocimiento se vea presa de equívocos garrafales por la única causa de la falta de método.
    El método es la cuestión acá. Ciertamente, los OVNIs existen y pueden ser estudiados con algunas herramientas científicas legitimadas por la tradición escolar. Ese trabajo puede perdurar mucho tiempo en esa condición. Si hay registros OVNI, habrán de ser estudiados por expertos en óptica, meteorólogos, astrónomos, pilotos aeronáuticos, controladores de tráfico aéreo, informáticos, artistas visuales, diseñadores digitales, físicos, etc., etc., y por supuesto, ufólogos. Bueno, en este punto, se desgaja toda una problemática acerca de lo que define a un ufólogo, pero no siendo aquí el caso de esa cuestión, sólo apuntaremos a que no puede ser ufólogo aquel estudioso que, de antemano, asume que los OVNIs son naves espaciales. No, al menos, en su cometido de estudiar un “caso OVNI”. Es decir, que un ufólogo puede tener la firme convicción de que el fenómeno responde a presencia alienígena en la Tierra, y, no obstante, no inmiscuir esas convicciones no probadas en su estudio del susodicho caso. Ésa es una honesta flexibilidad de rol ante un misterio como éste. Y esto es justamente lo que gravemente escasea en la escena ufológica. Adeptos óvnicos que son incapaces de distinguir dentro de ellos mismos, las diversas posiciones interpretativas que pueden y deben existir. O sea, una posición que funde la certeza subjetiva con la exploración objetiva. ¿Se echa de ver cuál es el punto de estas delimitaciones? Una vez más, la imperiosa necesidad de convertir la ufología en una disciplina dialogante con la ciencia. ¿Excluye esto la idea de existencia de alienígenas? No, en lo absoluto. Es más, es bienvenida pues da una explicación hipotética y abre un margen de fascinantes implicaciones filosóficas, políticas e históricas. Empero, ésta debe sostenerse como idea, como especulación. Y aun así, debe remitirse a la exigencia de calidad argumentativa que le permita entrar en diálogo con el razonamiento.
    Si ese puente —ufológico— se cruza con máxima prudencia, entonces, quizá seamos capaces de echar un vistazo al otro lado y, si a ese otro lado encontrásemos alienígenas, quizá, sólo quizá, podríamos comprender inclusive la misma razón de su permanente evasiva presencia. Es más, tal vez es justamente esa forma impulsiva, irracional, arbitraria y negligente de cruzar el puente la que nos ha sustraído el derecho de saber, derecho que una y otra vez la investigación nos demuestra que se gana, no se regala, ni por mucha fe que se invierta.

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